Ser persistente en el pecado es mortal
Los pecados persistentes de los israelitas enfurecían a Dios, y él prometió severos castigos. Dios le dijo a Ezequiel,
"Hijo de hombre, cuando una tierra peca contra mí por infidelidad persistente, extenderé mi mano contra ella; le cortaré su suministro de pan, enviaré el hambre sobre ella, y cortaré de ella a los hombres y a las bestias. Aunque estos tres hombres, Noé, Daniel y Job, estuvieran en ella, sólo se librarían a sí mismos por su justicia", dice el Señor Dios. "Si yo hiciese pasar por la tierra bestias salvajes, y la vaciasen, y la hiciesen tan desierta que nadie pudiese pasar por ella a causa de las bestias, aunque estos tres hombres estuviesen en ella, mientras yo viva -dice el Señor Dios-, no entregarían ni hijos ni hijas; sólo serían entregados, y la tierra quedaría desolada" (Ezequiel 14, 13-16).
Lección:
Dios no puede soportar el pecado, y hará que cualquiera que persista en él pague por su acción. A la persona que se niega a arrepentirse y morir en pecado no se encontrará con Dios en el cielo. Tal persona se enfrentará al peligro del fuego del infierno. Está escrito: "El alma que pecó morirá (Ezequiel 18:20)". Sin embargo, una persona que confiese humildemente sus pecados y se arrepienta de ellos recibirá el perdón. Mientras tanto, el perdón de los pecados sólo puede ser obtenido a través del nombre de Jesucristo. ¡Cristo abogará por cualquier pecador que busque el perdón a través de su nombre! El Salvador suplicará en su nombre a Dios para recibir el perdón y la restauración. Por lo tanto, cualquiera que aspire a heredar el reino de Dios debe someterse a los pies de Cristo y confesarlo como Señor.
Oración:
Querido Jesús, entiendo que nadie puede heredar el reino de Dios sin antes aceptarte como Cristo y confesarte como Señor. Por lo tanto, te declaro como mi Señor hoy! Confieso mis pecados y los abandono. De ahora en adelante, estoy decidido a seguirte fielmente y a servirte con todo mi corazón, para poder heredar el reino de Dios. Por favor, mantén mis pies en tu puerta, y hazme siempre apto para participar en tu paz y alegría eternas en el cielo. Porque en el nombre de Jesucristo hago mis peticiones. Amén.
